Font: Luca Molinari. 2G n. 15. Postwar italian architecture [pag. 20-27]
Photography: Francesco Jodice (in color) 2G n. 15. Postwar italian architecture [pag. 20-27]
El 24 de marzo de 1944, después del atentado partisano de Via Rasella en Roma contra las tropas alemanas, 335 personas fueron ejecutadas por la SS como represalia. En julio de 1944, el Ayuntamiento de Roma convocó la segunda fase abierta a cuatro grupos seleccionados. En agosto del mismo año se adjudicaron dos premios ‘ex aequo’, por lo que los dos grupos se unieron bajo el liderazgo de Giuseppe Perugini y Mario Fiorentino. El monumento se inauguró en 1949.
En esta breve crónica histórica se puede advertir toda la tensión emotiva, histórica y cultural de la primera obra de arquitectura moderna construida en Roma después de la II Guerra Mundial. Una obra en la que, inevitablemente, se funden toda una serie de elementos que marcarán la arquitectura italiana de posguerra, desde la fuerte carga emotiva y moral hasta la confrontación con el tema del monumento en clave antirretórica; desde la relación con la historia hasta la relación con el contexto y el paisaje.
La zona destinada a la construcción del monumento, situada en un gran espacio abierto entre Via Ardeatina y la cantera, se encuentra a varios kilómetros de la Via Appia Antica, una de las zonas antiguamente destinada a necrópolis monumental. El proyecto definitivo creció una respuesta en abierta ruptura con la retórica fascista del monumento, optando por la construcción de un objeto basado en la calidad matérica de los espacios y en una relación inusual con el paisaje del entorno. Está estructurado en función de un doble recorrido: el acceso directo al monumento a través de la plaza dominada por la escultura de Francesco Coccia, o bien, la llegada lateral al monumento atravesando la cantera donde fueron ejecutadas las víctimas. Todo el recinto está protegido del exterior por un sólido muro en ‘opus incertum’ de toba, mientras que la percepción de los espacios interiores está marcada por una progresiva compresión emocional. El monumento se presenta como objeto absoluto: una gran losa de hormigón suspendida a 3,5 metros de altura y separada de un prado mediante una línea de sombra. La entrada a la cantera está revestida de toba, así como el pavimento del suelo que conduce a la cantera al monumento, encajado entre dos muros de contención. Se trabajaba esencialmente con decididos movimientos de tierras, explotando al máximo las características físicas y sensoriales de los materiales constructivos.
Una vez junto al monumento, una ranura de luz a 1,80 metros del suelo permite percibir inmediatamente el espacio y la secuencia ordenada de las 335 tumbas en el suelo. La cubierta, una gran bóveda ligeramente curva de hormigón armado (48,50×26,65 m), protege las tumbas y perfila con fuerza el perímetro de este lugar de la memoria.
La construcción:
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