jueves, 8 de noviembre de 2018

Rafael Martínez > La boîte à miracles

| Rafael Martínez Sarrión
| 2016 | PFC | ETSAV (Valencia)
| Profesores: Salvador J. Sanchís, Clara E. Mejía y Jorge Torres

“El verdadero constructor, el arquitecto, puede construirnos los edificios más útiles porque
conoce todo lo relativo a los volúmenes. De hecho, puede crear una cajita mágica que
contenga todo lo que vuestro corazón pueda desear. Escenarios y actores materializan el
momento en el que la cajita mágica aparece; la cajita (…) lleva en sí cuanto es necesario
para realizar milagros, levitación, manipulación, distracción, etc. El interior del cubo está vacío
pero vuestro espíritu inventivo lo llenará con todo aquello que constituyan vuestros sueños.”

La “Boîte à Miracles“ – Le Corbusier, París. 1948



El enunciado del programa

El ejercicio proponía la construcción de un lugar para la cultura en un sector urbano que por su
fragmentación asumía las condiciones de periferia metropolitana de la ciudad de Valencia. Se
trataba de Nazaret, un antiguo barrio de pescadores y trabajadores, de vida agradable y
serena, que verían como en 1986 y bajo seductores voces de sirena, el hormigón y las grúas
sustituirían la arena y tenderetes de sus más de dos kilómetros de playa. A la postre, hoy se
manifiesta como un reducto de ciudad sin interés, casi como una casualidad. Y en ella, una
oportunidad y un desafío.


La respuesta al lugar

El enclave del proyecto determina la ocupación del territorio, desde la racionalidad formal y
constructiva de una pieza que se pliega sobre si misma para ofrecer una doble mirada desde el
barrio y desde la ciudad.

Una estrategia de proyecto que pretende poner en valor la relación de Nazaret con el centro
cultural a través de un espacio de plaza-a la escala del barrio-, un vacío activo como final de
la prolongación del bulevar y lugar de convivencia entre el usuario y el barrio. Un lugar exterior
pero acotado, abrigado por aquel programa del centro cultural de uso diario (zonas de aulas,
estudio y exposiciones).

Por otro lado, el proyecto responde a la escala de ciudad mostrando su fachada de mayor
dimensión; configurando y ordenando junto al resto de equipamientos -polideportivo y hotelgalería-
la nueva fachada de Nazaret al parque fluvial, área de mayor significación
metropolitana. Ofreciendo una manera de llegar distinta y complementaria, con la voluntad de
reconocer y movilizar el entorno próximo, como puerta de acceso al parque.
En este complejo de baja escala emerge el teatro, como una pieza que no responde -ya- al
lenguaje cartesianode la trama urbana existente, y cuya identidad formal atiende a las
necesidades espaciales y acústicas propias del programa, actuando como final de
perspectiva del bulevar y punto de referencia desde el jardín metropolitano.

Otra de las premisas iniciales fue la de reconocer y recoger el valor de la sensación de estar en
el lugar, la proximidad al mar, la brisa, las luces de la tarde, el atractivo de la vista elevada etc.
no podían ser ajenas, el proyecto debía recoger esas sensaciones.




El sentido de la construcción

Otro de los aspectos fundamentales a la hora de concebir el edificio fueron las premisas que se
establecieron para su materialización. Entendiendo la construcción no sólo como la resolución
de un problema técnico, sino como una disciplina que permite pensar la arquitectura, como un
aspecto fundamental de la misma.

Así y casi desde los momentos iniciales del proceso de proyecto, se confío en el hormigón
[armado] in situ como sistema constructivo, propositivo y expresivo, capaz de dar respuesta a
estas cuestiones; por un lado debíamos atender a la doble escala de necesidades que
planteaba el ejercicio, un teatro-auditorio presidido por una concepción estructural unitaria
propia y por otro el resto de zonas de menor escala, y envergadura, que albergarían el
programa mas miniado de aulas y zonas de estudio. Por otro lado encontrar un sistema
constructivo capaz de articular el programa como un edificio pasante, en planta baja, que
actuase como puerta de acceso al parque fluvial y punto de inflexión entre lo urbano y lo
natural, entre lo público y lo privado.

En ese momento emerge el hormigón como envolvente -piel- asumiendo la forma cómo síntesis
del programa, de la construcción y del lugar, y como definición simultánea de la estructura
formal, espacial ysoportante del edificio. En busca de una arquitectura elemental -incluso en su
concepción-, austera en materiales y sincera en su ejecución, cuyo protagonismo recayese
sobre el contenido y no sobre el continente.

Además el hecho de ser un fluido suponía que el contenedor (encofrado) se convertiría en la
expresión definitiva del material, y que en la medida que éste fuese controlado lo haría la
identidad del centro cultural, y por consiguiente el valor expresivo de la estructura.





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