Texto por Jordi Badia
A través de Jaume Prat he conocido a Lucien Kroll nacido en 1927 y totalmente desconocido para mí. Éste arquitecto invita a participar activamente a los futuros usuarios de sus proyectos, de manera que éstos cambian constantemente. Esta estrategia muchas veces implica un caos organizativo otorgando al edificio una imagen muy sugerente y variada donde aparecen volúmenes y texturas inesperadas.Unos de sus proyectos más conocidos son las casas para estudiantes Wolluvé St. Lambert, cerca de Bruselas, 1974-1976 o la intervención en una colonia “sin espíritu” de los años 60 en la ciudad francesa de AlenÇon (1982). En ambos proyectos, los deseos de los usuarios (y futuros usuarios) permitieron la transformación de unas rígidas construcciones en composiciones vivas mediante diferentes anexos (o parásitos), escaleras que flotan en fachada y comunican las nuevas habitaciones, nuevos materiales metálicos que contrastan con el cerramiento cerámico, huecos de diferentes dimensiones que rompen el orden preestablecido, etc. El objetivo de estas estrategias era el de crear composiciones más interesantes a la vez que mejoraba la calidad de habitabilidad ampliando las viviendas y áticos y habitando las cubiertas.
He encontrado una entrevista muy interesante realizada en 1998 cuando Lucien Kroll presentó una ponencia en un Congreso de Arquitectura. Me ha parecido muy interesante y tremendamente actual, especialmente para estudiantes de un curso sobre la vivienda y la ciudad.
Entrevista a Lucien Kroll “Es más importante ser contemporáneo que moderno” Carlos Verdaguer. Valencia (España), julio de 1998.
link a la entrevista completa
Pregunta. Imagino que es usted consciente de que seguir defendiendo la participación es ir contra corriente.
Respuesta. Sí, es cierto. Sin embargo, yo no voy a contracorriente más que de los arquitectos, son ellos quienes van a contracorriente de todo el mundo… Y no son más que un escaso millón en todo el planeta. ¿Qué importancia tienen más allá de la corporativa. Lo único que puedo elucidar de la arquitectura llamada moderna es que ya empieza a pudrirse un poco: está a punto de perecer, hay que transformarla urgentemente. Sin embargo, yo sigo creyendo que acercándose a las personas, estando con ellas (sin considerarnos diferentes de ellos), entendiéndolas, escuchándolas (no hace falta ni siquiera preguntarles, pues nunca les cuesta hablar), se aprende mucho, a condición de ponerse en “estado receptivo”, pues se trata de entenderles y comprenderles honestamente, y no de oir sólo lo que se quiere oir… Y si se consiguieran captar las formas personales de habitar y se aprendiera a organizarlas respetándolas como si se tratara de una cultura infinitamente preciosa, se encontrarían formas y arquitecturas nuevas y auténticas. Es así como pueden llegar a realizarse proyectos de arquitectura coherentes pero más complejos de lo que el ego del arquitecto oficial desea… Porque la “gente” no es una masa informe, limitada de por sí, se trata más de un movimiento que de un grupo cerrado. Reacciona de forma viva, al contrario que los esquemas estériles y abstractos que nos vemos obligados a inventar para darnos importancia. Utilizando como elemento de composición esta diversidad, tal vez consigamos que lentamente se cree un verdadero tejido urbano. En caso contrario, sólo podemos aspirar a crear apartamentos de lujo…
P. ¿Cree usted que, a pesar de todo, el arquitecto sigue siendo necesario?
R. Sí, cada vez más necesario. A pesar de todas las críticas que merece, sigue siendo quien mejor hace arquitectura. Si se deja que sean otros quienes la hagan, siempre faltará una dimensión esencial. Los ingenieros realizan a menudo edificios muy bellos, instrumentos o infraestructuras magníficas, es evidente, pero no se trata de eso. Son objetos solitarios. El arquitecto tiene que tener en cuenta todo lo que encuentra en su vida privada, en su vida cultural y profesional, en las personas con las que se cruza, en la historia y en las técnicas, en el desorden, en el espíritu de su tiempo, en la poesía, etcétera. Pero no estoy muy seguro de que los arquitectos más reconocidos actualmente busquen contactos de este tipo. Los arquitectos necesarios no son los que ahora conocemos, sino aquellos que se hayan formado, se estén formando o se formen en un futuro de una manera por completo diferente. Al fin y al cabo, es del siglo XXI de lo que hablamos, ¿no?
P. Se podría alegar que la excesiva diversidad puede minar el nivel de orden que garantiza el urbanismo clásico.
R. Orden y desorden, salud y enfermedad, se confunden actualmente: lo fuera de escala y la repetición industrial son desórdenes evidentes, enfermedades. Han existido siempre dos tradiciones en el desarrollo de las ciudades europeas: la una es militar, produce retículas disciplinadas; la otra es civil, campesina incluso, se adapta a las situaciones, hace nacer las formas de los pueblos y de los centros históricos, las sinuosidades, mediante el respeto a los contextos, y gracias a una escala humanizada. Esta última es una tradición construida sobre gestos simples: ando y tengo una calle, me paro para hablar con alguien, y es una plaza. Ya sólo falta vestirlas de edificios….Lo importante es no confundir caos y complejidad. Una ciudad es un ser vivo complejo que no puede expresarse de una forma simple.
P. ¿Cree usted que las ciudades deben crecer o cree que ha llegado el momento de comenzar a trabajar exclusivamente sobre lo construido?
R. Ambos procesos son indispensables y se decidirán espontáneamente. La recuperación ecológica de todas las ciudades es indispensable. La primera ecología consiste en no demoler, o bien demoler lo menos posible. Hay muchos edificios que deben desaparecer, sin lamentaciones. Pero todo lo que sea utilizable, todo lo que tenga una buena estructura, hay que reutilizarlo, y con carácter de urgencia. ¿Puede haber idea más absurda que la de la tabla rasa?
P. ¿Tendría alguna recomendación que ofrecerle a los estudiantes de arquitectura?
R. Simplemente que hay que permanecer muy atentos a la evolución de los espíritus, sobre todo de los que no tienen ocasión de expresarse: lo “popular” siempre acaba devorado por el poder.
Este arsenal de autoridades, de técnicos, de administraciones cerradas, de finanzas, de empresas desmesuradas acaban cercenando las aspiraciones de la “gente” y no dejan a su creatividad más que unos cuantos medios de comunicación y de sentido único. En lugar de esperar construir palacios, los jóvenes arquitectos deberían dedicarse más bien a construir para estos colectivos autogestionados, atendiendo a las diversas ecologías y a esas formas de fragmentación de la construcción que permiten, incluso a través de nuestras estructuras de mercado (¿libre realmente?), nuevas responsabilidades, nuevas redistribuciones de las funciones, de las técnicas y los materiales en base a otros criterios al margen del coste o la moda… Aquí hay toda una nueva región de la arquitectura por descubrir, por inventar, un hueco en blanco en el mapa. Y además, me parece muy bien que estudien arquitectura incluso aunque no sea seguro que puedan llegar a hacer arquitectura tal como se la conoce hasta ahora. Pueden inventar otra. En cualquier caso es más importante ser contemporáneo que moderno…
Es la íntima imbricación entre teoría y práctica, junto con la fe en la capacidad de los ciudadanos para decidir sobre su entorno y en la de los arquitectos para hacer arquitectura, lo que otorga su poder de convicción al discurso y la obra de Lucien Kroll, quien se instala sin ambages en la contradicción, la complejidad y la incertidumbre. Eso sí, sin renunciar a unas pocas certezas, como las que expone en Bio Psycho Socio Eco, en el que reúne proyectos y reflexiones: «Estamos seguros de pocas cosas: la talla (aproximada) de un hombre, el sol (mejor al sur), la memoria (aún confusa) de la historia, la necesidad de confort (físico y moral)». Estas coordenadas son las que han permitido a Kroll orientarse dentro de la complejidad y construir a lo largo del tiempo una propuesta caracterizada por una serie de elementos fundamentales: la preservación de la diversidad como condición básica; la fragmentación de las escalas para aproximarlas a las manejables por el hombre; el uso de los ordenadores; la puesta a punto de sistemas constructivos que permiten separar la estructura básica (soporte) de la secundaria (aportes); la atención a las formas de producción y los recursos locales; la incorporación del tiempo al proyecto, en la seguridad de que los mejores espacios construidos son los que mejor saben evolucionar y transformarse…
Producto de la aplicación de estas coordenadas son algunas de las obras más paradigmáticas del Atelier Lucien Kroll: el conjunto residencial para 150 familias en Vignes Blanches en Cergy-Pontoise (1977), la rehabilitación de unos bloques de vivienda social degradados en Alençon (1978), el Liceo Técnico de Belfort (1989) o el barrio Ecolonia (1988-1992) de viviendas ecológicas en Alphen aan de Rijn, en Holanda.
Entrevista realizada el sábado 4 de julio de 1998 en Valencia y publicada en versión resumida el sábado 18 de julio de 1998 por el periódico El País dentro del suplemento cultural Babelia.
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