| Antoni Garcés + Bàrbara Ferrer
| 2018 | 3r curso | ETSAB
| Profesor: Jordi Badia
Can Ricart es una de las principales muestras del pasado industrial del Poblenou y tiene el mayor grado de protección patrimonial al estar catalogado como bien cultural de interés nacional. La parcela del proyecto se sitúa en el extremo norte del complejo, en una zona donde se mezclan edificios de viviendas con naves industriales colocados según el proyecto del eixample de Cerdà. El edificio debe responder a todas estas variables; una trama propia de Can Ricart perpendicular a la calle Pere IV y la malla del eixample. Dar un final a esta traza de Can Ricart manteniendo la alineación con la calle Perú, además de la conciliación con las alturas de los edificios colindantes, es lo que determina el encaje urbano del edificio.
La imagen del edificio quiere ser coherente con su entorno y presta atención a la tradición del eixample para integrarse y no destacar en exceso pero al mismo tiempo la forma del edificio quiere darle presencia y hacerlo reconocible, encajando siempre con los edificios de su alrededor. De esta forma se adapta a las alturas de las medianeras que delimitan la parcela construyendo una sección escalonada que proporciona dos grandes terrazas.
La paleta de materiales y colores del edificio se ha escogido en consecuencia a la ubicación del proyecto. La similitud visual con el estucado de las naves de Can Ricart ha determinado como principal material de acabado del proyecto el hormigón teñido. El color tierra del ladrillo y el verde claro son los principales colores en el edificio por su carácter doméstico y tradicional y los acabados como las barandillas de las terrazas se han diseñado tomando como referente las barandillas tradicionales de los edificios de l’eixample. Se busca un diálogo con la tradición de los edificios de Barcelona pero visitada des de una perspectiva contemporánea.
La tipología de vivienda compartida presenta la idea de que no todos los espacios de una vivienda deben ser privados pero para que estos espacios de uso colectivo sean agradables y utilizados tampoco pueden ser grandes salas destinadas a todos los usuarios del edificio. Crear rincones semi-públicos que ofrezcan tranquilidad y una sensación de intimidad ayuda a difuminar los límites entre lo privado y lo colectivo de forma que en los espacios privados hay una sensación de intimidad real y en los espacios compartidos no se tiene la sensación de estar en un pasillo.
La tipología se basa en una pieza central que comunica la secuencia de espacios colectivos de la franja norte del edificio con la fachada sur y la luz solar directa. Esta franja se segrega de estos espacios comunitarios con un cerramiento de cristal de forma que se mantienen las visuales. Desde esta pieza central, que alberga una pequeña cocina y un espacio de reunión, se accede a las diferentes unidades, que tienen baño privado y una o dos habitaciones -siempre orientadas al sur- en función de la cantidad de ocupantes. La variabilidad de agregación de estas unidades genera distintas variaciones de la tipologia de forma que las plantas del edificio tienen configuraciones distintas.
La estructura de muros paralelos del edificio caracteriza la mayor parte de los espacios que aunque se encuentran entre dos muros siempre tienen visuales en diagonal con otros espacios para mejorar así la percepción del usuario. El espacio colectivo situado al norte destaca por la forma en arco de las perforaciones en el muro, llegando a tener en algún punto una altura de dos plantas. Este espacio comunitario, gracias a la colocación de los cerramientos de las habitaciones contiene una gran cantidad de espacios que generan distintos ambientes y de los que los habitantes del edificio se pueden apropiar.
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