miércoles, 26 de febrero de 2020

Antonio Jiménez Torrecillas > Estación Alcázar Genil

Fotografías: Antonio Luís Martínez Cano

La integración de los restos del Albercón en la nueva estación Alcázar Genil pretende establecer un
discurso polifónico en el que la arquitectura adquiera su carácter de disciplina mediadora capaz de poner
en valor la trascendencia arquitectónica y urbana del proyecto. El desafiante alarde de las ingenierías no
debe relegar a la arquitectura a un papel meramente técnico y accesorio. A la arquitectura incumbe
construir la forma, responder a varios requerimientos simultáneos y generar los adecuados mecanismos
disciplinares capaces de hacer compatibles los ritmos pausados de la visita a unos restos arqueológicos
con el trazado veloz de la infraestructura del metropolitano.

La estación proponía en origen un gran vacío vinculado al trazado lineal del metropolitano. Un generoso
espacio interior englobaba un ámbito en doble altura cualificado mediante una planta intermedia de
vestíbulo que pautaba los flujos de viajeros; entre la planta de andenes y la losa de cobertura, vigas riostra
vuelan sobre las vías acodalando transversalmente los pilotes laterales. La estación presentaba sus
paredes laterales revestidas sobre un gunitado de hormigón que enmascaraba los pilotes laterales que
sustentan la losa de cobertura.

La reconversión del proyecto original a que obliga la integración de los restos pretende poner en valor
todos los actores del proyecto, de manera que el vacío de la estación se convierta en una búsqueda, en la
evidencia del espacio, no en un mero vacío instrumental. El Albercón, ubicado a una cota intermedia entre
el vestíbulo y el Camino de Ronda, obliga a redefinir la estación para permitir el paso del metro por debajo
e integrar el estanque recuperado en un ámbito público visitable. Y para ello se parte de una premisa
fundamental: los muros laterales de la alberca encajados entre las empalizadas longitudinales de pilotes
no se deben desmontar. Se mantendrán en su cota original, con sus piedras originales, para lo que es
necesario apearlas bajo sus cimientos, garantizado el paso inferior del metropolitano.
Ocho siglos después, se propone un nuevo alarde estructural e interdisciplinar donde se integren todos los
actores del proyecto: sendos arcos escarzanos hormigonados sobre la propia tierra de cimentación calzan
los muros de la alberca, transmitiendo las cargas a los pilotes laterales en doble altura y asegurando su
acodalamiento. El Albercón no se reconstruye, se respeta su carácter de yacimiento arqueológico,
enriqueciendo lo preexistente mediante su papel intermediario entre la ciudad, el vestíbulo y la cota de
andenes.

Tras la propuesta, las arterias del metropolitano que perforan la ciudad subterránea revelan en su sección
en Alcázar Genil el alarde constructivo que las hace posible: presentan la textura vertical y áspera del
pilote que soporta la losa horizontal de cobertura, hormigonada antes de retirar las tierras sobrantes. Se ha
potenciado la honestidad de los materiales y las exigencias de su expresión, reforzando asimismo el papel
de las ingenierías en el alarde que hace posible esta infraestructura. La reiteración del pilote refuerza la
materialidad, la seriación amplifica su expresión, el material se convierte en verdadera sustancia del hecho
espacial.
Los cilindros irregulares de los pilotes consiguen equilibrar la relación entre la arquitectura y el movimiento que acoge la estación. La luz vertical procedente de los lucernarios sobre el eje longitudinal de la estación
o desde los vestíbulos de vidrio de las escaleras otorga a los pilotes una voluntad de integración, de
manera que subrayan en su textura áspera y honesta la importancia de los distintos planos horizontales.

Una vez más, la arquitectura emerge en momentos concretos de la historia en un proceso de continua
refundación que transforma las propiedades del lugar. La nueva estación Alcázar Genil resuelve
problemas de multiplicidad de escalas y de movimientos: hay interdisciplinariedad, pero no hay préstamos
exteriores, es la arquitectura la que integra los diversos vectores trascendiendo su condición servicial e
instrumental.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El proyecto equipara la valía de dos ingenierías, la antigua del Albercón y la nueva contemporánea, ambas
de una calidad incuestionable, en la confianza de que la tecnología actual y sus avances afirmen, aún más
si cabe, el valor de permanencia y vigencia del hallazgo arqueológico.

El proyecto no insiste en un momento concreto del tiempo, sino que se instala en él. Dos ingenierías
distanciadas ocho siglos, distintas caras de una misma moneda. Las dos realizadas por capacitados
equipos que representan los avances de la época; y las dos ejecutadas con las técnicas más novedosas y
eficaces, con los recursos técnicos y humanos más sobresalientes, con la más avanzada tecnología. En
este sentido, no existen muchas diferencias entre los trabajadores implicados en la obra actual y aquellos
que construyeron este Albercón, eslabones todos de una única cadena. Resulta emocionante contemplar
la tongada de limo que impermeabiliza la base del Albercón y que, tras siglos y siglos, se mantiene en
perfecto estado. La almohade es una obra de ingeniería que, ya en su momento, traspasaba sus objetivos
funcionales, pues constituyó un modelo de agricultura urbana, un modelo de ciudad vergel. El
entendimiento paisajístico y territorial de esta intervención es clave por mucho que en este tramo, el tajo
de la obra se sumerja bajo el nivel del suelo. El metro de Granada es la operación urbanística más
significativa que modifica la comprensión de la ciudad y la relación con el sistema productivo agrario de su vega desde que se produjo la apertura de la Gran Vía a finales del siglo XIX.

Dos ingenierías trabajando en un único lugar. Un escenario común, un lugar convertido en testigo de la
suma de tiempos, donde lo antiguo adquiere una nueva dimensión al determinar el arraigo de lo nuevo;
donde también lo nuevo alcanza su sentido al dar continuidad a lo antiguo, un movimiento más de esta
partida de ajedrez, siempre abierta y nunca predeterminada, que conduce a un capítulo más que se
adhiere a la biografía del Alcázar Genil. ¿Qué es un lugar sino una suma de tiempos, tiempos acumulados,
tiempos estratificados? Modelos de vida y ritos de comportamiento rotulados sobre un conjunto de piedras y tierras que llamamos suelo, materia acumulada y compactada a fuerza de tiempo.

Año: 2015
Situación: Estación de Alcázar Genil, Granada
Promotora: Agencia de Obra Pública de la Junta de Andalucía
Fotógrafo: Antonio Luís Martínez Cano
Arquitectos Técnicos: Miguel Ángel Ramos Puertollano y Alejandro García Martínez
Ingenieros de Caminos Canales y Puertos: 
Alberto Sánchez López, Ricardo Carvajal Fernández, Francisco Garzón Vico, Manuel López Olmedo,
David Rodriguez Moya, Carlos Moríñigo Rubio, José Machuca Iglesias y Claudio López Molina
Arquitecto: Antonio Jiménez Torrecillas



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