No todos tienen la suerte de poder vivir en grandes mansiones con grandes jardines y con vistas al mar, la gran mayoría nos conformamos con unos pocos metros cuadrados en los que vivir. Pero disponer de pocos metros cuadrados no siempre quiere decir vivir en una ratonera. Aprovechar el espacio es una de nuestras mayores armas contra la falta de metros. Este pequeño proyecto, de la firma Specht Harpman, consigue rentabilizar los escasos 39m2 en esta reforma integral.
Los puntos fuertes de este proyecto es la creación de un espacio funcional y práctico. Gracias al aprovechamiento del espacio se saca el máximo partido al espacio, jugando con dobles alturas y con zonas diáfanas.
Quizá el único punto débil de esta reforma sean las dimensiones de la cocina. Es una cocina de pequeña, destinada a un uso moderado o bajo, entre uno o dos usuarios. No es una cocina para grandes chefs ni reuniones sociales, pero gracias a su estilo abierto, tipo barra americana, se integra perfectamente en el espacio.
Las escaleras se convierten en un espacio de almacenaje para aprovechar el espacio aún más. Y nos conducen a la planta superior donde encontramos el dormitorio. Se trata de un dormitorio abierto, una parte da a la doble altura conectada a la sala de estar, otra parte a las escaleras de subida y al rellano convertido en un lugar de lectura y, gracias a otras escaleras más, hay otra parte conectada al jardín, sí, al jardín.
El piso, gracias a sus distintos niveles y a sus dos fachadas exteriores, dispone de mucha luz natural, tanto en la parte del salón como en el dormitorio.
Aún siendo una casa de dimensiones muy reducidas, los arquitectos se guardaron un as en la manga, convirtieron una pequeña terraza exterior en un rincón verde, en un jardín de apenas siete metros cuadrados.
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