jueves, 7 de julio de 2016

Manu Barba > Camposanto

| Manu Barba
| 2015 | PFC | Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Granada (ETSAG)
| Profesor: Juan Domingo Santos

El enunciado del proyecto propuesto originalmente contemplaba la creación de un macrocomplejo funerario en el corazón del campo agrícola del término municipal de Churriana de la Vega, en Granada. Este proyecto debía situarse en un solar seleccionado por el ayuntamiento de Churriana de la Vega en su terrible plan urbanístico. Un solar ocupado por siete parcelas y en medianera directa con algunas casas de campo, haciéndolo ilegal ante la normativa sanitario mortuoria.

Es por ello que me decido a recorrer los 2’7km2 acotados por el río Genil, el Dilar y la carretera nacional GR-3303 para buscar un lugar más propicio donde ubicar el proyecto. A escasos metros del solar original se sitúa la acequia Tarramonta, de origen nazarí en cuyo entorno se encontraban hitos como dos cortijos y una noguera. Esta noguera es el punto decisivo de ubicación del proyecto ya que en un paisaje continuos cambios agrícolas, se mantiene como una constante, al igual que la muerte al final de la vida. Paralelamente a cuestionar el solar, había una serie de preguntas que yo mismo debía hacerme para afianzar los pasos sobre el proyecto:

¿Qué es la muerte?

Evitando la actual concepción barroca y estridente de la muerte de una sociedad en continua búsqueda de conceptos fugaces como la apariencia o la belleza, se plantea la percepción natural de la misma, presente en los núcleos urbanos de la vega de Granada, donde los habitantes a través de los ritos y la arquitectura autóctona, reconocen la muerte como un paso más de la vida. Es por ello que se toma como base el lenguaje arquitectónico agrícola y funerario popular, un lenguaje sin tiempo, con su propia simbología, mediante el estudio de los cementerios situados en la vega de Granada. Como resultado, reduciendo el programa propuesto, se proyectan en construcciones separadas un tanatorio, un crematorio, una capilla al amparo de una noguera, y una previsión para unos campos de tumbas a realizar en un plazo de veinte años, cuando los cementerios locales se llenen. Separar las construcciones permite los rituales de transición entre diferentes puntos y la presencia de procesos simultáneos que no colmaten la idiosincrasia del espacio agrícola.

El proyecto surge como las construcciones autóctonas: se ordenan los distintos puntos en torno a caminos que surgen de las lindes preexistentes, abriendo vacíos en el cultivo que ocuparán los edificios, permitiendo la actividad agrícola en paralelo a la funeraria. Tanto el acabado como la estructura de las diferentes construcciones se realizan con la misma pieza cerámica maciza, aderezada con madera en los puntos de contacto interior-exterior y con alpañata en los caminos entre las diferentes piezas, como reivindicación de la revisión de un lenguaje autóctono amenazado por la expansión de la ciudad de Granada.

Todo este proyecto se plantea evitando la estridencia del trato contemporáneo de la arquitectura con la muerte, construyendo silencio y buscando el “hogar”, siendo ésta la cualidad paliativa que debe poseer la arquitectura en un momento difícil como es el de la pérdida de un ser querido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



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