Siempre cuando llega el frío, el espacio que nos gustaría que fuera más acogedor, es nuestro hogar. A veces nos vienen a la cabeza pensamientos sobre culturas nórdicas, que conviven con gélidos inviernos y en estas culturas encontramos un estilo de interiorismo muy interesante, el diseño nórdico.
El estilo nórdico o escandinavo, siempre está muy atado a los materiales naturales, un punto muy característico son los suelos de madera, normalmente clara. Se dice que en Suécia nunca llegaron a gustar las alfombras.
Los colores son un punto fuerte en el diseño nórdico. Paredes blancas o de tonalidades de gris claro, combinándolo con muebles oscuros y texturas de colores penetrantes, como telas azules o lámparas y sillas negras. Esto da el ambiente adecuado a un piso escandinavo. A veces podemos encontrar colores chillones que dan un despunte de originalidad en estos hogares.
En estas casas, muchas veces encontramos líneas muy marcadas, decoraciones muy encuadradas dentro de una sala o incluso en la composición de las fachadas.
Todos estas características, tienen su razón, los interiores nórdicos son espacios donde se desarrolla gran parte de la vida. Así es que deben ser espacios agradables, acogedores. Espacios cien por cien habitables.
Aquí cada mueble debe contar para algo. Se utilizan muchas piezas antiguas, de medio siglo atrás, pero que por su modernidad siguen vigentes hoy en día, como piezas de Hans Wegner, Alvar Aalto o Arne Jacobsen, pero cada una tendrá su propósito de ser o su función.
Y como sabemos que los inviernos son muy duros y aunque la modernización haya llevado calefacción radiante a gran parte de las casas, una vivienda nórdica no se entiende sin su chimenea. No hace falta una gran chimenea, con una pequeño espacio en una esquina ya es suficiente.
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